Tema 2: Preparación al encuentro
Hoy me voy a disponer a escuchar a Jesús, mi Maestro. Está dentro de mí. ¿Qué me dice a mí a través de este texto?
No es fácil responder a esa pregunta, aparentemente tan sencilla y fundamental, de Jesús: "Y, tú, ¿quién dices que soy yo?
Es:
- ¿Alguien que vivió hace aproximadamente dos mil años o alguien a quien percibo vivo en medio de la vida, los acontecimientos y las personas de hoy?
- ¿Alguien cuya cruz adorna mi cuello y mi habitación o alguien que me da fuerza para acoger la cruz de cada día?
- ¿Alguien a quien sólo escucho en las páginas escritas de los evangelios, en la misa del domingo o alguien cuyos gritos me llegan desde los pobres, los olvidados y los indefensos?
- ¿Alguien a quien recibo piadosamente en la comunión o alguien con quien me esfuerzo por comulgar cada día más, acogiendo su Espíritu, su mensaje y su esperanza?
- ¿Alguien a quien atribuyo títulos estupendos o alguien en quien busco con humildad y gozo al mismo Dios?
- ¿Alguien a quien admiro como líder extraordinario o alguien que inspira mi comportamiento y a quien sigo día a día con fe?
Hasta ahora hemos estado recibiendo de Jesús su luz y acogiendo sus llamadas. Ha llegado el momento de responderle y dialogar con él.
Las palabras del Padre son claras: «Este es mi Hijo amado», «Escuchadle a él». A nadie más. Él es el Hijo amado de Dios. Es nuestro Maestro, Profeta y Señor. Su voz es la única que hemos de escuchar.
Jesús hoy te dice unas palabras llenas de comprensión y cariño: «Levántate. No tengas miedo». Ponte en pie y sígueme sin temor. No tengas miedo a vivir escuchándome a mí. ¿Hay mayor regalo para un discípulo que abrir un día los ojos del corazón y ver a «Jesús solo» llenando toda nuestra vida con su palabra y su presencia?
Algunas sugerencias para entrar en la oración:
- Señor, quiero empezar un camino nuevo para seguirte con más fidelidad... Necesito más que nunca tu ayuda...
- A veces te quiero exaltar y elevar por encima de toda criatura y termino por alejarte de mi vida real y concreta de cada día.
- Te quiero sentir cerca de mis problemas y penas y termino por olvidar precisamente la salvación que tú me puedes aportar...... Dame tu luz...
- Señor, ten piedad de mí. Aumenta mi fe. Dime tú mismo todo lo que puedes ser para mí.
- «Este es mi Hijo amado». «Escúchale a él» Él es tu Maestro
Señor, háblame, te escucho en silencio...
Poco a poco vamos acallando nuestra mente para estar en silencio, atentos a la presencia de Dios en nosotros, descansando en el misterio de su amor insondable.